viernes, 1 de febrero de 2013

Mi nombre mientras duermo



        Cuando me desperté, la cabeza del calborotas tenía la misma pinta de siempre. Ya no era una ballena, ni una sardina enlatada, y tampoco tenía cara de besugo. El efecto del cloro parecía que se había pasado. Estábamos en casa, yo simulaba estar dormida y la conversación de los padres primerizos volvía a estar centrada en mí. Como no.
        —Menudo día de sobar lleva hoy la nena —dijo mami, que no se había dado cuenta que ya estaba despierta.
          —Está Rockefeller —dijo el calborotas con sonrisa de lado, como si acabase de decir algo gracioso.
          —¿Rockefeller?
       —De Roque, que está dormida; que está Roque…Rockefeller —la broma del calborotas no tenía demasiada gracia.
       —Ah…, ya veo por dónde vamos. Quieres ponerle nombres raros a la nena para decir que está dormida, ¿no? —insinuó mami, con pocas ganas de juego.
           —A ver qué otra se te ocurre —dijo el calborotas emocionado.
           —Maia está “Sleepy Hollow”. Como la película de Tim Burton. ¿Mola eh?
           —No está mal. O podemos decir: “La nena esta “Fruitis
           —¿Fruitis?...No lo pillo.
       —Que está frita, que está Fruitis, ¿lo pillas? —movimiento lateral del dedo índice y pulgar del calborotas, de esa manera que quiere decir: “Lo pillas”. Mami no lo pilló, pero le dejó jugar al calborotas, que estaba emocionado poniéndome nombres raros para cuando duermo demasiado.
       —Y qué te parece: “La nena se ha quedado “Sopinstant”, para cuando se queda Fruitis en un segundo…
           —¡Eeeehhhh! —les grité a los padres primerizos. Me aburría mortalmente de los juegos de palabras absurdos para referirse a mí mientras duermo. Les lancé mi grito sin piedad; alto y claro: “Dejaos de tonterías y dadme de comer de una vez, que el efecto del cloro ya se me ha pasado. ¡Tengo hambruna!”.

                                           escupiendo la papilla de pollo

            El calborotas me empezó a dar una papilla asquerosa de pollo con puerro o con apio, o algo por el estilo. Ni ellos sabían de qué estaba hecho mi puré. Pero era asqueroso.
            —La nena no tiene muchas ganas de comerse el puré de pollo con apio —dijo el calborotas.
            —¿No era de puerro? —preguntó mami
            —Era apio, ¿no?
            —Yo creo que era de puerro.
            —Pues era un puerro con pinta de apio.
            —Anda, era puerro. Claramente.
         —¡Aaaaahhhh! —otro grito de desesperación para cortar las conversaciones de besugos. Me importa un pimiento si es puerro o apio. Sólo sé que está asqueroso y quiero volver a la piscina.

                                                     así me llaman mientras duermo

        Y así paso los días con los padres primerizos, con conversaciones instructivas que hacen incrementar mi vocabulario de manera tan elevada. Un puerro. Un apio. Mi barba tiene tres pelos.
          Hablando de barbas. Después de ver la cara del calborotas como la de una ballena y más tarde como la de una sardina enlatada, noté que había algo nuevo en su cara. La barba del calborotas había sufrido un efecto asombroso que me ha dejado mal cuerpo. Su barba tiene tres canas. Blancas como la nieve.  Así que ahora tengo un padre con pinta de abuelo. Sé que cuando vuelva a la guardería y alguna de mis enemigas (Kimby “pan de kilo” o Mackenzie, la “coletitas rubias”) lo vea, soltarán algún comentario como éste:
            —Huy, no sabía que ahora te traía tu abuelo a la guardería.
            Así que ahora su barba no tiene tres pelos, tiene tres canas, que es mucho peor.

                                            su barba tiene tres canas

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