Los malditos
mocos no desaparecen. Los padres primerizos están preocupados por mi estado de
salud y vuelven a llamar a la consulta del Doctor Teh. Pero ésta vez quieren
quedar con mi médico titular, el Doctor Teh. El reserva, el Doctor Latif, ha
sido traspasado a una consulta de otra división: está visitando a gente que
tiene hormigas como animal de compañía y van todo el día con sombreros hechos
con hojas de periódicos en la cabeza. Pacientes raros que no le hacen ningún
caso.
Los mocos me hacen decir cosas que
no quiero. Estoy haciendo esfuerzos titánicos por decir “mamá”, pero no hago
otra cosa que decir “papá”, bueno, suena más bien a “babá”, pero a Capgros la
cara de felicidad no se le va en todo el día cuando digo:
—Babá —suelo decir por culpa de los
mocos.
—¡Nena, Maia ha dicho: Papá! —su
grito retumba en mi cabeza, y como ya no tengo cloro en mi cuerpo, tampoco
puedo saber qué piensa de esto mami; pero no parece estar muy contenta.
—Muy bien; pues te encargas tú de
llevar mañana a la nena al Doctor Teh. Me
han dado hora de urgencia a las 14:30 —dice mami, simulando una sonrisa falsa.
Según mi rutina, a esas horas
debería estar durmiendo, pero parece ser que mis mocos son más urgentes que mis
horas de dormir.
los mocos me ponen los pelos así
Capgros vino a buscarme a la
guardería a las 14:00, hora a la cual debería estar dormida. Pero estoy
despierta y con mucha mala leche. La conversación surrealista de Capgros con
tres de mis cuidadoras es idéntica. Les pregunta lo mismo a cada una y él no se
entera muy bien de lo que le están diciendo. La pregunta:
—¿La nena ha dormido bien y se ha
tomado el biberón que le tocaba?
Las tres cuidadoras le contestan lo
mismo, pero él tiene sus cosas en la cabeza y no les entiende. Debe ser otra
vez el mono con pandereta y platillos, o que los nervios por llevarme al doctor
Teh le dejan el cerebro sin movimiento de neuronas.
Cuando salimos de la guardería me
pregunta a mí si he dormido bien y si me he tomado todo el biberón. En serio:
“Mono, deja a Capgros tranquilo y aprende a tocar otro instrumento, los
platillos y la pandereta no le van bien a sus neuronas”.
Llegamos a la consulta del Doctor
Teh a la hora estipulada: 14:30, pero Teh es un doctor muy reclamado y hay mucha
cola. Estoy cansada y tengo hambre, así que Capgros tiene que ingeniárselas
para hacer que no llore, que coma bien y mantenerme despierta hasta que nos
toque entrar a nosotros. Me tomo la comida que ha traído, el biberón de leche,
juego con las llaves de plástico, con su reloj para correr; me pasa juguetes
que muerdo y tiro al suelo, Agú hace el pino, Pajarruqui rueda por los asientos
de la sala de espera…Me empiezo a aburrir y estoy a punto de ponerme a llorar desesperada
cuando la llamada del Doctor Teh le salva de que monte un espectáculo en la
sala de espera.
en la consulta del Doctor Teh
El Doctor Teh es todo un profesional.
Me toma la temperatura con un termómetro digital, me pone el fonendoscopio (qué
gran palabra Fonendoscopio) en el pechete, en la espalda, me gira el cuello
para un lado y para el otro; me mira la garganta con el mítico palito de
madera, comprueba que mis oídos no tengan demasiada cera. Una exploración a un
bebé como Dios manda. Y como sigo teniendo mocos, me manda un jarabe que me
tengo que tomar durante tres días antes de ir a dormir. Más drogas a mi cuerpo.
Así no sé cómo voy a acabar. Primero fue el Panadol, luego los excesos de vino
de mami, más tarde el cloro de la piscina y ahora esto.
—Prednisolona Oral Líquido. 1.5 mL
durante tres días y los mocos desaparecerán —dice el Doctor Teh a Capgros.
—Muy bien Doctor Teh. Es usted un
crack de Doctor —Capgros se excede en sus halagos al Doctor Teh. Por suerte el
Doctor Teh no le hace caso y se despiden en la puerta de su consulta con un
firme apretón de manos.
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