Los padres
primerizos llevan meses enfrentándome a cualquier espejo que se me ponga por
delante. Ya sea en casa, o en casa de algún amigo, o cuando vamos paseando por
un centro comercial, si hay un espejo cerca, salta siempre la misma pregunta:
—Mira Maia, ¿quién es el bebé del
espejo? —suelen preguntarme sin que yo me dé por aludida.
Los médicos creen que los bebés
empiezan a reconocerse como personas propias sobre los 18 meses. Una prueba
definitiva para saber si el bebé ya se reconoce consiste en poner una pequeña
pegatina en su frente para que se vea en el espejo. Si busca la pegatina en su
propia frente, es que ya tiene conciencia de sí mismo; si pasa totalmente de la
pegatina, pues es lo otro; vamos que todavía no se reconoce y cree que lo que
está viendo en el espejo es a otro bebé que tiene una pegatina estúpida en su
cabeza. O hasta puede preguntarse: ¿qué hace un bebé hindú delante de mí
imitando mis movimientos?
Pero los padres primerizos se creen
que ya puedo ver mi imagen reflejada y que me reconozco en el espejo. Lo que no
saben es que en realidad soy capaz de ver el mundo que hay detrás del espejo.
Cada espejo tiene su mundo interior y sólo los bebés preparados, como yo, somos
capaces de adentrarnos en ese mundo. Suena a ciencia ficción, pero está
científicamente probado. Preguntádselo a cualquier bebé de entre 4 a 10 meses, y ya veréis lo que os explica
de sus experiencias del mundo interior del espejo.
mirando dentro del espejo
La otra mañana me plantaron delante
del espejo del baño de casa. Me sujetaron por los brazos, me acercaron hasta que
mi cara casi tocaba el espejo y me asomé al mundo interior del espejo. ¿Y qué
fue lo que vi? Ahora os lo cuento.
Estaba dentro de una sala gigante con
un montón de puertas blancas; parecía la sala de espera de un hospital vacío. Encima
de cada puerta había un rótulo con algo escrito que no conseguía leer. Tenía
que acercarme un poco más, así que fui caminando (en el mundo que hay dentro de
los espejos, ya puedo andar) y pude leer qué ponía en una de esas puertas
blancas: “Maia Política”. ¿Lo qué? Leí el rótulo de la siguiente puerta: “Maia
Funcionaria”. No sé qué demonios quería decir eso, así que seguí caminando
hacia otra puerta. “Maia Estudia FP”. ¿Cómo? Me estaba empezando a poner
nerviosa. Seguí caminando hasta otro pasillo. “Maia Modelo de Pasarela”, ponía
en otra. En la puerta de al lado el rótulo decía: “Maia Científica”. De repente
me di cuenta de lo que significaba cada letrero. Dentro del espejo del baño de
invitados de casa estaban las puertas de mi futuro. Era cuestión de abrir una
de esas puertas y ver cómo sería mi futuro. Seguí caminando para ver más
posibilidades: “Maia Camionera”. “Maia Estibadora del puerto de Vigo”. A cada
paso por la sala gigante mi futuro se ponía mucho peor. “Maia Adivinadora del
futuro mirando el poso del café”. ¡Aaaahhh! No podía convertirme en ninguna de
esas cosas. Bordee el ala derecho de la sala y me metí en un pasillo estrecho.
“Maia Voz de El Monstruo de las Galletas en Barrio Sésamo”. “Maia James Bond”.
En serio. Tanto iba a cambiar el personaje que el próximo James Bond iba a ser
yo. ¿Y el chico Bond iba a salir de la playa con bañador sexy?
Mientras los padres primerizos me
tuviesen frente al espejo yo podía ver mis posibilidades de futuro. Me acerqué
a una puerta y sin leer el rótulo que había encima, la abrí.
—Vamos Maia, se acabó lo de mirarse
en el espejo; que ya sabemos que te empiezas a reconocer. Ahora toca desayunar
—la voz de Capgros nunca sonó tan insoportablemente inoportuna. Tenía que
esperar a saber mi futuro la próxima vez que me pusieran delante de ese espejo
del baño de casa.
cosas de los espejos (Magritte)
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