Después de la
visita al Doctor Teh regresamos a casa con mi cuerpo a punto de quedarse
dormido. De fondo escuchaba una de esas canciones surrealistas que tanto le
gustan a Capgros. La primera frase de la canción lo dice todo:
“Nos dejaron las balas y un enjambre
de abejas, ese fue su tesoro y una noche oxidada…”.
Como mis neuronas están enlazándose
a ritmo frenético, cada vez que les entran frases de éste tipo se vuelven
locas. La lucha por seguir escuchando la canción o por dejarme vencer por mis
ojos soñolientos acaba con KO técnico del sueño y me quedo “sopinstant” en
medio del estribillo de la canción surrealista:
“Y en mitad del relámpago llegó el
mal de altura, fuimos sed en el aire pero boca en la tierra…”. Las neuronas del
compositor se tuvieron que quedar igual de descansadas que las mías. Cierro los
ojos y me meto en mi sueño.
Allí está Pepe, el portero de mis
sueños, que me está esperando con más pelo de lo habitual. Pepe es calvo, más
que Capgros, y para disimular su incipiente calvicie se rapa el pelo al cero
cada tres o cuatro días. Pero parece que hoy se le olvidó raparse. Tiene un tatuaje
de un boomerang aborigen en su brazo derecho y un pendiente de pirata en su
oreja izquierda; es un portero molón, que últimamente me da la opción de elegir
entre dos sueños. Con las dos opciones de hoy no tenía ninguna duda de cuál iba
a ser la más divertida.
—Buenas tardes señorita Maia; hoy
tenemos un sueño con Rajoy de protagonista en el que tendrá que jugar con él a
hacer muñecos con plastilina, o bien tenemos otro sueño en el que le tocará ser
el Sancho Panza de Nadal —Pepe me resume mis dos posibilidades muy
servicialmente.
—Me voy con Nadal. Paso de las
plastilinas de Rajoy. Hasta dentro de un rato Pepe —saludo a Pepe y abro la
cortina de mi sueño
A Nadal no le gustan los plátanos de plastilina
Nadal está a punto de entrar en la
pista central del Open de Australia. Es la final y yo voy a su lado. Llevo un
capazo con plátanos en una bolsa y unas veinte raquetas en otra. Soy un Sancho
Panza de ocho meses recién cumplidos que gatea hacia atrás, con lo cual estoy
de espaldas a Nadal todo el rato y me cuesta seguirlo sin saber hacia dónde
tengo que gatear. Nadal me pide un plátano maduro para antes de que empiece el
partido. Cuando Nadal abre el plátano se da cuenta que es de plastilina.
—¡Maia, qué narices representa éste
plátano de plastilina! —Nadal se enfada y me tira el plátano de plastilina al
suelo.
—Lo siento Rafa, esto debe ser cosa
de Rajoy. Ahora vuelvo. —Me ausento de la pista central del Open de Australia y
salgo a buscar a mi otra posibilidad de sueño.
Las cortinas del sueño de Rajoy
están medio abiertas. No hay nadie dentro de la sala de juegos dónde tenía que estar
Rajoy haciendo figuras de plastilina. Vuelvo a Pepe y le pido explicaciones.
—No sé nada del sueño de la
plastilina, señorita Maia. Debe ser que Rajoy se ha metido en el otro sueño y
le está fastidiando la final del Open de Australia a Nadal.
—En fin, voy a ver qué puedo hacer
con los plátanos de plastilina. Total es un sueño y Nadal se puede comer un
plátano de plastilina si yo quiero.
En la pista central del Open de
Australia la final está a punto de terminar. Nadal saca para no perder el
partido. Me mira de reojo antes de levantar la pelota y darle el último
raquetazo del partido. Rajoy está al resto y con un magnífico golpe de revés
gana el Open de Australia.
Rajoy con sus plátanos de plastilina
Me despierto del sueño con la misma
canción surrealista en la cabeza y con un extraño sabor a plastilina en mi boca.
Capgros se ha dedicado a poner la misma canción una y otra vez. El estribillo
de la boca en la tierra y las abejas oxidadas me han dejado con lo que iba a
ser un sueño divertido en otra pesadilla. Si tengo que crecer escuchando éste
tipo de canciones, mis neuronas en el futuro van a tener problemas de
adaptación a los sueños y pesadillas.
Vetusta Morla. "Boca en la tierra". La canción surrealista
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