Me han salido mocos en los ojos; verdes y pegajosos, y hacen que llore todo el rato, como si me diese pena la vida de los canguros maltratados o mi cabeza estuviese rodeada de una cebolla gigante; o como si el mundo fuese una cebolla. Total, que no mola tener mocos verdes en los ojos.
Además, resulta que a parte de las
diarreas y la fiebre, si te salen mocos verdes en los ojos, también tienes que
dejar de ir a la guardería. Así que me tenía que volver a casa.
Nikoll llamó a mami.
—Hola mami de Maia; mira, que
resulta que la nena tiene los ojos malitos y tenéis que venir a buscarla.
—Ahora mismo voy —contestó mami.
Entonces mami llamó a Desaparecido en Combate III —antes conocido como Padre Koala—, y nadie cogía el teléfono. Después de 7 llamadas perdidas, 2 whatsapps, 1 mensaje de texto y un par de “me cachis en la mar”, pero en feo; mami recibe una llamada del Desaparecido en Combate III
—¿Dónde estabas? —pregunta mami con
ese tono de: “si quieres salvar el pellejo dime que estabas recogiendo un
lingote de oro de muchos quilates o que has ido a buscar diamantes al desierto;
que nos vamos a hacer millonarios y vamos a poder regresar a España para vivir
en una casa tan grande, tan grande, que podrás dedicarte a lo que quieras y
podrás perderte cada vez que quieras; porque tendremos un médico particular
para la niña y no hará falta que vengas a buscarme a la guardería, porque
tendremos canguros para cuidar a la niña; y tendremos canguros de verdad y
koalas y toda la fauna australiana que nos apetezca en una casa en Galicia,
cerca de la playa y con vistas a la ría de Vigo… y que por eso, no has podido
coger el teléfono …”, ese era el tono que tenía la pregunta de mami.
Tristemente, Desaparecido en Combate III estaba corriendo.
—Pues tenemos a la nena con mocos
verdes en los ojos y hay que llevarla al médico —mami ya tenía un tono más
chungo al saber que no había lingote de oro.
Desaparecido en Combate III apareció
en la puerta del médico de Mawson Lakes cinco minutos después, con la cara roja.
Ni siquiera se había duchado y pedía perdón por no haber escuchado las llamadas
perdidas.
—Tenemos hora con el médico a las 4.
Es lo más pronto que nos han dado —dijo mami, que seguía pensando que hubiese
estado bien que Desaparecido en Combate III hubiese encontrado un pedrusco de
oro para retirarse del trabajo y poder cuidarme como ella quiere.
Llegó la hora de visitar a otro
médico nuevo. Esta vez era indio, de los que van sin plumas y no eran enemigos
de los vaqueros, vamos un indio de la India —Gandhi, el Taj Mahal, el río lleno
de mierda en el que tiran a sus muertos y se lavan a la vez…de ese tipo—, que
nada más verme entrar por la puerta de la consulta soltó el diagnóstico.
—Conjuntivitis —dijo mirándome a los
ojos.
Volvía a tener otro nombre de
enfermedad con pinta de jugador de baloncesto lituano o griego; ya tuve a
Bronquiolaitis de alero y ahora me tocaba poner de pívot a Conjuntivitis. Como
siga así voy a completar el quinteto inicial de la mejor selección de
enfermedades para bebés del mundo.
El médico indio empezó a escribir la
receta de las gotas que tenía que ponerme para sacarme los mocos de los ojos y
no dijo nada más.
—Dos gotas en cada ojo, cada dos
horas.
El tipo era un crack de lo concreto.
No desperdiciaba ni una sola palabra. Los padres primerizos ante tal despendio
de concreción sólo pudieron darle las gracias y salir a la farmacia a comprar
las gotas.
La conjuntivitis en bebés es tan
contagiosa que tienes que pasarte el día limpiado cualquier cosa que toca el
contagiado; la lavadora tenía trabajo extra hasta que los mocos verdes se
fuesen de mi vista. Además, me tenía que pasar los próximos dos días encerrada
en casa para no ir contagiando al resto de la humanidad. Como mami es una
investigadora imprescindible en su trabajo, no quedaba otra que quedarme en
casa con el primo lerdo de Chuck Norris. Dos días en casa con mocos verdes en
los ojos, oyendo como da vueltas la lavadora y siendo cuidada por Desaparecido
en Combate III no era algo que sonase demasiado excitante.
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