lunes, 11 de febrero de 2013

La vida interior del socorrista de piscina



      El ruido dentro de la piscina de Parafield Garden era insoportable. Era inicio de temporada nadadora y parecía que todo el barrio estaba allí. Los nervios por volver a la piscina me apretaban en el estómago. Era como si tuviese dentro de mí a la mariposa y la abeja de Mohamed Ali y me estuviesen aporreando la barriga. Algún pedete se me escapó, pero la mezcla con el olor a cloro de alrededor, dejaba en el ambiente un aroma embriagador. Los nervios por volver a meterme dentro del agua clorada no dejaban que me concentrase en ningún punto concreto. Amelie se había apuntado a su primera clase de piscina y ni siquiera le hice caso. 

                                                      antes de ir a la piscina
      De repente me di cuenta que había un nuevo socorrista al borde de la piscina. Parecía triste, pero lo que menos me importaba ahora eran sus sentimientos. Qué narices, ¡estaba a punto de volver a saborear el cloro de la piscina!
      Mami se metió esta vez conmigo. No sería tan fácil meter la cabeza dentro de la piscina y tragar agua. A Capgros lo tenía controlado, pero mami era un hueso duro de roer. Tendría que esperar que mami se pusiera a hablar con Melanie, y entonces yo aprovecharía para sumergir mi cabeza dentro y beber un buchito de agua (que diría la yaya Presi). Así lo hice. 
      Mi primer trago de cloro me subió rápido a la cabeza. Respiré hondo y sonreí. En el borde de la piscina estaba Capgros haciendo fotos. El socorrista le dijo algo y tuvo que parar. “Menudo socorrista nos ha tocado hoy”, pensé al ver su mala leche. Entonces noté que podía escuchar algo dentro de mi cabeza.
     “Esta gente tomando fotos todo el santo día. Si ya tenéis muy visto a vuestro bebé. Hacedle fotos en vuestra casa, copones”.
     Ese pensamiento debía ser el del socorrista de la piscina de Parafield Garden. Jules y Vincent tenían razón: el cloro me daba poderes que no me podía imaginar. Así que podía leer el pensamiento del socorrista de la piscina. ¿Y el del resto de la gente? 
      Paré de hacer el ejercicio que nos tocaba e intenté escuchar qué estaba pensando Amelie: “¡Cómo mola, cómo mola!”, repetía Amelie una y otra vez. ¿Y mami, qué estaba pensando?
        “Ahora hay que coger a la niña por la cintura y darle la vuelta rápidamente para que no meta la cabeza dentro del agua…”. Ufff, mami estaba repitiéndose el siguiente ejercicio. Ya tendría tiempo de practicarlo más tarde. ¿Y Capgros, qué estaba pensando?         
      “Pachin, pachan, pachin, pachan...”, un mono con pandereta y platillos tocaba dentro de la cabeza de Capgros. El pobre no daba para más.
         Así que lo más interesante era volver a la mente del socorrista de piscina.
       “¿Cómo puedo ser tan estúpido? ¿Cómo se me ocurre decirle eso a Helen? Me voy a quedar sin novia. Es que soy un idiota. Yo no sabía que estaba leyendo ese libro, bueno aunque si lo llevaba en la mano, era normal que lo quisiera leer…”

                                                        Maia bebiendo el rico cloro

        No sé de qué demonios iba su movida, pero me estaba metiendo en un cotilleo en todo su esplendor. La mente del socorrista siguió dándome datos importantes de su chismorreo.
         “Yo sólo quería darle un poco de conversación, y claro, la veo con el libro ese de mierda: “La vida de Pi”, y como yo ya había visto la película, no se me ocurre nada mejor que decirle que: “Uy, cariño, ese es el libro en donde el tigre se come a un tío que va con él en una balsa, ¿no?”, y claro, Helen, me manda a la mierda y con razón, y me dice: “Me acabas de fastidiar el libro, idiota: ahora ya lo puedo tirar, quemar o limpiarme el culo con él. O mejor aún, te lo puedes meter donde te quepa, socorrista de mierda”.
            Bueno, bueno: Así que su novia le llamó: “Socorrista de mierda”. Esta Helen es un poco brujilla. Pobre socorrista. Con razón estaba de tan mala leche con Capgros y no le dejó sacarme unas fotos. En fin, que ahora ya sé que bebiendo algo de cloro, además de hablar con los dibujos molones de las camisetas de Capgros, también puedo leer la mente de la gente. Por cierto, ¿Qué estará pensando Capgros ahora?
            “Pachin, pachan, pachin, pachan…”, el mono con pandereta y platillos sigue tocando la misma canción dentro de su cabeza.

                                                la parte posterior del socorrista de piscina


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