El miedo de que
el Wasabi se convirtiese en nuestra cena me apretó las nalgas. Esos nervios
hicieron que soltase un HipoPedoEructo excesivamente sonoro, que hizo que la
guardería se girase. Jamás había visto ojos tan abiertos como aquellos.
—¡El Wasabi no puede convertirse en
nuestra cena! ¡Todos contra el Wasabi! Gritad conmigo: ¡Oh nooo, Wasabi no,
Wasabi no, Wasabi noo! —imité los cánticos de los tipos que van al fútbol con
los brazos levantados, pero nadie pilló el ritmo de la canción. Los ojos de
toda la guardería seguían tan abiertos, que daba miedo. Sentí vergüenza y me
giré para seguir charlando con las chicas.
nuevo look ochentero
Volví a pensar en el muñeco con el
que había dormido mami de pequeña, pero Amaya me cortó la concentración para
contarme que tenía un nuevo amigo invisible. Se llamaba Olio Molio Guacomolio:
OMG.
—¿Me estás contando que tienes un
amigo invisible que se llama así? —le pregunté a Amaya.
—Sí, qué pasa. Lo tengo siempre
cerca de mí. Me lo presentó mi osito para dormir.
—¿Y dónde está ahora? —la curiosidad
me volvió a apretar las nalgas. Esta vez apreté menos y solté un pedete
insonoro.
—¡Tía, Maia; estás podrida!
—protestó Amelie.
—Lo siento nena. Las judías y el
boniato de anoche —me disculpé con Amelie, que estaba a mi lado—. ¿Y qué te
cuenta tú amigo OMG, Amaya? —le pregunté.
—De momento nada. Es sólo mi paño de
lágrimas —contestó Amaya.
—Es mucho mejor tener un trozo de
tela enrollado, como el mío. Te sirve de paño de lágrimas, de mordedor, de muñeco
invisible (cuando no lo ves) —Amelie levantó su trozo de tela, como si fuera
una espada, y empezó a luchar con El Coreano, que pasaba por allí—. Hasta te
sirve de espada ahuyenta coreanos pesados. ¡Ven aquí maldito coreano! —Amelie se
fue a perseguir al Coreano, que ya no era nada popular en la guardería. Cosas
de las modas. Amaya y yo seguimos de charla.
—Es mucho más interesante tener un
amigo invisible, que ese trozo de trapo —dijo Amaya.
—¿Y puedes elegir que tu amigo invisible
se convierta en quién tú quieras?
—¿Cómo? Es siempre el mismo amigo
invisible. Nunca cambia.
—¿Y cómo lo sabes, si no le ves la
cara? —casi todo lo que salía de mi boca eran preguntas. Parecía un niño de
tres años.
—Lo sé. Lo reconozco por su voz
—contestó, un poco agobiada ya.
—Pero su voz, es la tuya. ¿No?
Amaya se
estaba poniendo nerviosa.
—No sé Maia. Yo tengo un amigo
invisible y punto.
—Ya, pero mira: Yo tengo mi voz. Tú
tienes tu voz. Amelie tiene su voz. Y tu amigo invisible, tiene tu voz. Aquí
hay algo que no funciona —le solté, como si fuera una profesora de lengua:
parecía que estaba conjugando el presente de indicativo del verbo compuesto
“tener voz”.
—¡Vámonos OMG, qué esta Maia está
completamente loca! —dijo Amaya, mirando a su lado derecho. Esperó una
respuesta de su amigo invisible (que le estaba hablando desde su propia cabeza)
y susurró: “Sí, vámonos de aquí”.
Me quedé sola y volví a pensar en mi
propio amigo invisible, al que todavía no había conseguido ver. Qué paradojas.
Me quejaba del amigo invisible de Amaya y el mío tenía las mismas iniciales, y
casi el mismo nombre: OMG. Olly Molly Guacamoli.
todavía no he visto a mi amigo invisible
El último día de guardería del año
no dio para mucho más. Los padres primerizos se olvidaron a Magú debajo de la
cuna de la guardería. Así que no tenía que preocuparme de sus planes de imponer
el Wasabi como cena de bebés hasta el año que viene.
¡Por fin empezaban las vacaciones de
Navidad!
ese es el pelo de lore no? jaja le queda bien, de hecho lore de pequeña tenia mas o menos ese peinado ochentero, estaba muy simpatica.
ResponderEliminar¡Mi preciosa Maia!. Me gusta un montón verte tan linda,con esa carita de buena. Besiños de abu Eli.
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