viernes, 5 de abril de 2013

Yo no quiero ser torero



      Estoy empezando a tener complejo de torero. Cualquier cosa que hago, ya sea  buena o regular, siempre viene seguida de un “Oleeé” de los padres primerizos.
     —¡Olé Maia, has agarrado el trozo de pan con dos dedos! —dijo el tipo que se dejaría patear sus pelotas antes que ver cómo me sacan sangre del brazo otra vez.
      —¡Olé Maia: has aplaudido con las dos manos; Oleeé! —dijo mami, mucho más efusiva que el tipo sin pelotas.
       —¡Olé Maia: has dicho papá: papá, papá —dijo él.
       —¡Olé Maia: has dicho mamá: mamá, mamá —dijo ella.
       En serio: ¿Cualquier cosa que haga a partir de ahora va a ir acompañada del maldito “Oleeé Maia” con cara de panolis?  

                                    Comerse una chuleta de cordero bien merece un olé 

      Por suerte hay fines de semana que vamos a casas en donde la gente no me toma como un torero y no me dice todo el rato: “Oleeé Maia”; aunque la última barbacoa a la que fuimos era mayoritariamente española.
      Los padres primerizos tenían que comprar algo para compartir en la barbacoa que Guille y Vane había montado para la inauguración de su nueva casa cerca de la playa. La carretera les llevó hasta un centro comercial muy grande que estaba de paso. Entonces mami le dijo a Pelotari qué comprar:
      —Yo llevaría unas patatillas, un poco de pan rico y una tabla de quesos.
      Pelotari no dijo nada porque estaba concentrado buscando aparcamiento. Puso cara de estar pensando algo importante y al rato le dijo a mami.
      —Será mejor que vayas tú a comprar.
       Y mami le preguntó:
      —¿Y qué compro?
      —No sé, unas patatillas, un poco de pan rico y una tabla de quesos…
     Era mi momento de lanzarles a los padres primerizos un Oleeé bien merecido. Al final, mami compró un pastel de queso.
      Llegamos tarde a la nueva casa de los amigos de los padres primerizos. Toda la gente quería acercarse a mí y los padres primerizos se turnaban para llevarme en brazos. Cuando estaba en brazos de mami, la gente se acercaba a nosotras y nos soltaba.
      —Es una pasada lo que se parece la niña a su padre.
      Mami no decía nada y sonreía sin mucho entusiasmo.
     Cuando era Pelotari el que me sostenía en sus brazos, y otra gente se acercaba a verme solían soltar un esclarecedor:
      —¡Cómo se parece Maia a su mama!, ¿verdad que sí, Maia?
     Pelotari tampoco replicaba y se limitaba a sonreír como si estuviese oliendo mierda de un bebé que no era yo.       

                                                          Maia y el caballo azul 

         Después de un rato, la familia se reunió en un punto neutral de la casa y se analizó, de un modo torero, lo que estaba pasando.
     —Vane me ha dicho que la niña se parece tanto a ti —dijo Pelotari
    —Oleeé mi niña se parece a mí —saltó de alegría mami— Pero bueno, Guille me ha dicho que la niña se parece a ti.
    —Oleeé, mi niña se parece a mí —ahora el que saltaba de alegría era Pelotari— aunque el chico aquel me ha dicho…
      No aguanté más y me puse a llorar. No podía aguantar un Oleeé más a mi costa. Teníamos que regresar a casa de inmediato. Quería enfrentarme al espejo del lavabo para ver si había alguna puerta en la que estuviera escrito “Maia Torera” y así poder ver mi futuro. En el coche no se oyó ningún olé.
     Mami me cogió en brazos al llegar a casa y me puso frente al espejo antes de meterme en la bañera. Era mi momento. Miré dentro del espejo y me adentré por los pasillos en donde estaban las puertas que escondían todas las posibilidades de mi futuro. Busqué la puerta en el pasillo número 3, que era la zona de “espectáculos y variedades”, y allí estaba la puerta que ofrecía mi futuro en el mundo taurino. Abrí la puerta y me encontré con el cartel de mi futura primera incursión en el mundo taurino. 

                                   La Opera House de Sydney...antigua sala de conciertos

        “Gran Presentación de la Primera Corrida en la Opera House de Sydney de la fabulosa Maia, la primera Torera-Surfera del mundo…”. Cerré la puerta de golpe y volví a la realidad de ésta parte del espejo. Mami me sujetaba por la cintura y me volvió a repetir…
     —Oleeé Maia, mira qué guapa es la nena del espejo…
    “…en la Opera House de Sydney… Maia, la torera-surfera…, Oleeé Maia…”. Miré a la nena del espejo y le amenacé señalándola con el dedo:
    —Tía, ni se te ocurra en el futuro meterte a torera. ¿Lo pillas o te tengo que decir Oleeé una vez más?
                                            Albert Pla. "Papa, jo vull ser torero"

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