martes, 2 de abril de 2013

Agujas y pelotas



Ser padre significa preferir recibir una patada en las pelotas antes que ver cómo le sacan sangre del brazo a tu hija.
Pinocho, el entrenador de los futuros delincuentes de South Australia. Marzo 2013

        Mi curva de crecimiento es más pequeña que la del resto de bebés que están a mí alrededor. Esto, que podría parecer el nombre de una de las arañas de las carreras del otro día, es la realidad que me rodea. Soy flaquita. No soy una vacaburra como Mackenzie, ni peso diez kilos más de lo que me tocaría por mi edad. Mi cabeza —a pesar de ser hija de quien soy— es pequeñita: muchas gracias mami por tu genética de cabeza pequeña y enorme inteligencia; lo único que se salva es mi altura, pero sigo siendo pequeñita.
      Los padres primerizos están preocupados por mi falta de peso. Por eso decidieron llevarme al Doctor Teh, para ver si había algo de lo que carecía. Llegamos puntuales a la cita y el doctor Teh nos recibió con una gran sonrisa. Nos metimos en su consulta y mami habló, como siempre.
    —Estamos un poco preocupados por el peso de la niña. Con nueve meses no llega a los 8 kilos, y comparándola con el resto de bebés de nuestro alrededor, parece que no crece al ritmo adecuado.
     —Maia parece un bebé muy sano, pero igualmente le haremos un análisis de sangre para ver qué tal va de vitaminas y si hay algo más de lo que deberíamos preocuparnos —dijo el Doctor Teh.
             
                                                    Soy super cool
      El resto de preguntas que tenía mami escritas en mi libreta de tapas moradas no eran tan importantes como esa.  Tenía que sacarme sangre. La cara que pusieron los padres primerizos me preocupo. Tenía pinta de que eso me iba a doler y que era algo por lo que un bebé como yo no debía pasar.
    Al día siguiente llegamos al Women´s and Children´s Hospital de Adelaide para sacarme sangre. Subimos hasta la cuarta planta y en la sala de espera teníamos que coger un número para ver quién era el siguiente en entrar a sacarse sangre. Había dos enfermeras sacando sangre: una viejuna con cara de bruja y una jovencita mona con sonrisa de no haber roto un plato. Teníamos el número 1. La suerte decidió que la jovencita mona iba a sacarme sangre. Nada más entrar en la sala de extracciones, la enfermera fue a preguntarle a la viejuna con cara de bruja si tenía que sacarme sangre del brazo o de los dedos.
    —Mierda, nos tocó la novata —dijo Pinocho llevándose las manos a la cara.
    —Bueno, seguro que lo hace bien —dijo mami para tranquilizar.

                            Mi número para sacarme sangre                                                  

      La enfermera novata sacó todo el material necesario para sacarme sangre y le pidió a los padres primerizos que me sujetasen bien fuerte. Mami me puso sobre sus piernas y Pinocho sujetó mi brazo derecho bien estirado.
        Y aquí empezó el calvario. La tipa era nueva y no acertaba en mi vena. Pinocho me sujetaba cada vez más fuerte del brazo y mami me abrazaba mientras la estudiante retrasada de enfermería rebuscaba con una aguja afiliada mi vena dentro de mi brazo. Soy fuerte, pero tuve que llorar porque aquello dolía. Mami no aguantó más y le soltó a la enfermera retrasada un improperio.
         —¡Pero no ves que le estás haciendo vacío en la vena y que así no sale sangre!
         Yo miraba de reojo a los padres primerizos, que estaban con la lagrimilla en sus ojos, sufriendo porque me estaban haciendo daño. ¡Estaban tan monos con sus lagrimillas por mí! 

            

      Al final, la estudiante mongólica consiguió sacarme la sangre que necesitaba para mis análisis. Los padres primerizos me abrazaron y me consistieron todos mis caprichos durante el día. Dentro de una semana tendríamos los resultados de mi primer análisis de sangre. A pesar del dolor de los pinchazos, hoy sería la niña más guay de la guardería, con mis pegatinas de estrellas en el brazo y todas las cuidadoras me  mimarían más que a ningún otro bebé.
         Al regresar al coche, Pinocho dijo algo que parecía ser una frase lapidaria.
       —Ahora me doy cuenta lo que significa ser padre: Ser padre es preferir recibir una patada en las pelotas a ver cómo le sacan sangre del brazo a tu hija.
         —Sobre todo si quien le saca sangre a tu hija es estudiante de enfermería y está haciendo prácticas con ella —remató mami.

                              Radiohead. "Paranoid Android".

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