lunes, 8 de abril de 2013

Ecléctica del copón (Fairy Dancing Girl)


      Soy ecléctica por naturaleza genética y algo de azar mañanero. Es decir, que me gustan las cosas según me levante ese día y según se hayan portado los sueños conmigo esa noche. Puede que un día me levante de M; eso quiere decir que ese día me gustan las cosas que empiezan por la letra M. Me gustan las Manzanas, la Máquina del agua que me da de beber en la guardería o  la Música Melancólica Modélica y Metódica. Lo que viene siendo Ecléctica de la M. Que otro día voy de S; pues a muerte con la Sandía, los Sorbetes de Sirope y Si a la Silicona labial, si tu labio superior tiene el mismo ancho que una hoja de papel.
      También me gustan los artistas que ya no están. Los que murieron con 27 años y eran malditos antes de ser genios por morirse jóvenes: Janis Joplin, Kurt Cobain, Jimi Hendrix… También sé que me gustan los pintores que ya no están entre nosotros: ¿O es que alguien conoce algún pintor vivo que valga la pena? 

                                     Maia en la colchoneta de colores eclécticos
 
      Estaba con éstos pensamientos eclécticos cuando Sira, mi nueva amiga de la guardería, vino a contarme algo. Se acercó con lágrimas en los ojos, tarareando la canción de moda en la guardería: “Fairy Dancing Girl”.
    —Maia, no sé qué hacer. Tengo esta maldita canción metida en la cabeza todo el día —me dijo Sira sorbiéndose los mocos.
    —Ya  lo sé Sira. Es insoportable escuchar siempre la misma canción. Y encima tenemos que disimular que nos gusta y bailar como monigotes —le dije moviendo mis brazos al son de la canción.
     —¡No puedo más! —Sira también movía sus caderas siguiendo el ritmo machacón de la canción.
    “Fairy Dancing Girl” es una de esas canciones para niños que se te quedan atrapadas en las neuronas y no hay quien las suelte. Son canciones peligrosas para el normal desarrollo de la inteligencia de un bebé. El cerebro de un bebé es débil. Esas canciones son indestructibles. Ahí lo dejo.
   —Es insoportable. No puedo pensar en nada más que la canción…nanana —tarareó Sira mirando al techo con los brazos en cruz en el momento cumbre del estribillo.
     —Mira, a mi padre le tuvo que pasar lo mismo cuando era un bebé, porque ahora no deja de escuchar la misma canción una y otra vez, es un agobio entrar en el coche y escuchar siempre lo mismo. Pero bueno deben ser cosas de la edad…, porque mi padre ya tiene… —me acerqué a la oreja de Sira y le susurré los años que tenía.
    —Fuck!! Really? —Sira se horrorizó al saber los años de Matusalén (el nuevo nombre del antes conocido como Pinocho).
     —Tssss —me puse el dedo en los labios para que no gritase, pero fue demasiado tarde y todas las cuidadoras se giraron hacia nosotras para ver qué estábamos tramando.
       —Chicas, cuidad ese lenguaje —dijo Nikoll. 
     
                             Matusalen o mi padre tiene la edad de un abuelo australiano
 
       La canción seguía sonando, pero noté que a Sira le cambió la cara de repente.
     —Tía, me acabas de solucionar el problema de la canción encallada en mi cabeza. Claro, que ahora sólo puedo pensar en los años que tiene tu padre.
     —Tampoco es para tanto —mentí yo.
   —¿Qué no? Tengo un amigo que su abuelo tiene un año menos que tu padre. Tía, tienes un padre mogollón de viejuno.
      Me quedé pensando en la posibilidad de tener un abuelo con la misma edad que Matusalén y Sira tenía razón. Los australianos se casan jóvenes para tener hijos muy pronto. Pongamos que el abuelo de la amiga de Sira tuvo a su primer hijo con 20 años. Si a su vez, éste primer hijo fue un poco más precoz y tuvo su primer hijo (el amigo de Sira) con 18…Si, mi padre bien podría ser un abuelo australiano.
      Dejé a Sira con su cerebro encallado en otras cosas que no fuera la canción de moda de la guardería, y volví a mis pensamientos eclécticos. Pero al rato llegó El Coreano, que llevaba un par de días con un hipo muy incómodo.
    —Me ha dicho Sira —hip— que tienes un secreto que sería capaz de curarme éste hipo insoportable, —hip—lo dijo como si fuera la contraseña para la entrada de un bar clandestino.
     —Me imagino que te refieres a la edad de mi padre.
     Me acerqué a su oído y le susurré la edad de Matusalén. Nada más oír el número de años que tenía, el hipo de El Coreano desapareció inmediatamente.
 
                           The Fairies - Fairy Dancing Girl
http://www.youtube.com/watch?v=NcQJr3ShpwY

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