Kooper sacó
una hoja del pantalón con los emparejamientos de la primera eliminatoria del
campeonato a tres arañazos de El Club de la Lucha.
Mi primera
contrincante era Kimberley, la rubita del pañal apretado. Se acercó a mí
moviendo el culo exageradamente, puso su cara rechoncha a dos centímetros de la
mía y me retó:
“No me vas a
durar ni medio asalto, Mayita”.
No soportaba
que nadie me cambiase el nombre. Y menos aún que me llamasen por diminutivos estúpidos
como Mayita, Mayanita o Mayusculitas.
“Tú cara es
mucho más gorda que la mía. Tengo más superficie en dónde atacar, mona”, le
sonreí con descaro.
“Te vas a
cagar mañana, cuando estés delante de mí, Mayita”.
“Pues no mona,
me acabo de cagar ahora mismo. Mirándote directamente a los ojos, querida
Kimby”
Esas son las
ventajas de ser un bebé. Que te puedes cagar cuando te apetezca.
“¡Sucia
malvada! ¡Te voy a dejar la cara como un mapa, llena de arañazos!”, Kimby se
alteró. Y yo contraataqué:
“¡Pan de kilo!
Te vas a comer tus palabras; huy no, que se te va a poner la cara todavía más
gorda…”
“Chicas,
chicas. Dejad la pelea para mañana. Hoy toca relajarse. Entrenad un poco y
dormid bien”, Kooper tuvo que separarnos. Los dedos de Kimby habían pasado
rozando mi cara. Yo le había cogido de la orejas y se las estiraba sin piedad.
La mayoría de
contendientes tenían claro el estilo que
iban a utilizar en el campeonato a tres arañazos. La gorda de Kimberley tendría
que ponerse a ver videos de sumo, esas lorzas y esa cara, nada comparables con
el calborotas, eran de escándalo. El chino seguía con su calcomanía del baile en
el brazo, pero tenía pinta de ser bueno en Kung Fu. El Coreano ya había dicho
que iba a utilizar el estilo del “mono borracho”. Amelie era buena arañando con
los dedos de los pies. Kooper seguía con su pose Pitt, que tanto le gustaba a
Amaya. El resto tenía menos de 24 horas para buscar su estilo.
Yo también tenía
que elegir el mío. Me acordé de la frase de Mohamed Ali: “En el ring vuelo como
una mariposa, pero pico como una abeja”. Estaba claro: ahora necesitaba a Maya
a mi lado. Tenía que explicarme cómo picaban las abejas. Me podéis llamar
interesada, pero quería darle su merecido a la rubita del pañal apretado.
Llegué a casa
y busqué a Maya desesperadamente. No estaba en la bolsa de la ropa sucia, ni en
la caja del Ikea en dónde metí a los juguetes reserva. Pregunté a todos y nadie
sabía dónde estaba; ni Pajarruqui, ni Libe, ni Tallarín. Nadie. Maya había
desaparecido.
Esa misma
tarde había llegado un paquete desde España. Un sobre marrón, abultado, con
algo envuelto en papel de regalo. En el momento en que los padres primerizos lo
abrieron, noté que las cosas no iban a ser como antes. De repente, Agú se quedó
blanco y se desmayó.
donde esta maya??? ais me puede la curiosidad y ¿porque se desmaya agu? habra que tener paciencia...
ResponderEliminarUn pasito mas, ya das volteretas, cosiña linda. Abu Eli
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