Se acercaban
las dos de la madrugada y seguía con los ojos abiertos. Los guerreros del
Wasabi seguían explicando sus historias, sin tener en cuenta que mañana teníamos
que madrugar. Vudú era el más inquietante de todos. Antes de que explicase la
suya, ya me imaginaba de dónde había salido.
Vudú estuvo muchos años durmiendo con
un hechicero budista. Un anciano solitario que vivía en el Tíbet y que hacía muñecos que representaban personas. Vudú
era el primer molde de todas las representaciones, la primera prueba. Allá
donde el anciano clavaba la aguja sobre Vudú, la persona representada sentiría
un dolor insoportable en cualquier lugar del mundo.
—Ahora ya tengo la piel insensible,
Maia. Prueba —me invitó a que le clavase
una mini espada samurái en cualquier parte de su cuerpo.
—Estoy en contra de la violencia,
pero si insistes —le atravesé la pierna derecha con la mini espada samurái. Algún
pobre desgraciado estaría ahora sintiendo un dolor punzante en su pierna.
después de la batalla de comer
El último muñeco del grupo era
invisible. No soy de esos típicos bebés que tienen amigos invisibles, pero Magú
me explicó que Olly Molly Guacamoli (OMG, el muñeco invisible), era real y estaba
allí. Era moldeable a cualquiera de mis deseos y podía convertirse en quien yo quisiera. No hacía falta mirarlo durante
15 segundos, como a los fantasmas del puré, para que se convirtiera en un
personaje de dibujos animados. Podía convertirlo en quien yo quisiera.
OMG no me contó ninguna historia. Estuvo
callado todo el rato y no conseguí verlo por ningún sitio.
—¿Y cómo sé dónde está, si no lo
veo? —le pregunté a Magú.
—Tienes que desear que se aparezca en
la forma de quien tú quieras. Con mucha
fuerza, querida Maia. Usa la fuerza de la mente.
Me vino a la fuerza de mi mente que
quería que se apareciese el muñeco con que dormía el calborotas. No sé qué
mosca me había picado, pero me apeteció ver con quién compartía sueños.
Mientras apretada mis ojos para concentrarme en el deseo, le pregunté a Magú de
dónde venía el nombre de “Los Guerreros del Wasabi”.
Magú se explayó, mientras mis ojos
seguían apretados. Deseando.
—El Wasabi es un condimento japonés
que tiene poderes mágicos para nosotros; los muñecos que nos dedicamos a
dejarnos morder para que los bebés se duerman. Hemos estado sufriendo durante décadas
el sabor asqueroso de la leche materna. Después de que un bebé nos muerda,
apestamos a leche. Y nuestra labor es erradicar esto de una maldita vez. Los
guerreros del Wasabi y yo tenemos una misión en la Tierra: ¡Que a partir de
ahora los bebés dejen de tomar leche materna antes de dormir! Queremos imponer
el Wasabi como cena para los bebés, que nos muerdan con fuerza, dejándonos en nuestra piel el sabor de tan delicioso
condimento… —Magú estaba de pie, con los brazos extendidos, como si fuera Moisés,
abriendo las aguas del Mar Rojo.
así estaba Magú cuando me contaba sus planes
De repente, Hindú le cortó en seco.
—Y que el curry también sea parte de
esa cena; acuérdate de nuestro trato, Magú.
—Y el salmón ahumado —añadió Magnus,
aportando lo mejor de la gastronomía sueca.
Mis ojos dejaron de apretar para que
el muñeco con el que dormía el calborotas se apareciese a mi lado. Me entraron
ganas de potar.
—¿Me estáis contando que queréis
cambiar la leche materna, la cena rica de los bebés, por algo que lleve salmón
ahumado, curry y Wasabi? —las arcadas me hicieron repetir las judías verdes que
había tomado de cena.
—Así es, querida Maia: El Wasabi nos
da un poder infinito que sólo vosotros, los bebés del mundo, nos podéis
transmitir, cuando nos chupáis antes de dormir.
Me gusta eso los poderes para tener el muñeco que tu quieras y que se pueda morder, es genial Maia.
ResponderEliminarEl muñeco invisible, Un biquiño ab Eli