lunes, 17 de diciembre de 2012

El plan secreto de Magú y los suyos



          Se acercaban las dos de la madrugada y seguía con los ojos abiertos. Los guerreros del Wasabi seguían explicando sus historias, sin tener en cuenta que mañana teníamos que madrugar. Vudú era el más inquietante de todos. Antes de que explicase la suya, ya me imaginaba de dónde había salido.
            Vudú estuvo muchos años durmiendo con un hechicero budista. Un anciano solitario que vivía en el Tíbet  y  que  hacía muñecos que representaban personas. Vudú era el primer molde de todas las representaciones, la primera prueba. Allá donde el anciano clavaba la aguja sobre Vudú, la persona representada sentiría un dolor insoportable en cualquier lugar del mundo.
         —Ahora ya tengo la piel insensible, Maia. Prueba  —me invitó a que le clavase una mini espada samurái en cualquier parte de su cuerpo.
            —Estoy en contra de la violencia, pero si insistes —le atravesé la pierna derecha con la mini espada samurái. Algún pobre desgraciado estaría ahora sintiendo un dolor punzante en su pierna.

                                            después de la batalla de comer
      
           El último muñeco del grupo era invisible. No soy de esos típicos bebés que tienen amigos invisibles, pero Magú me explicó que Olly Molly Guacamoli (OMG, el muñeco invisible), era real y estaba allí. Era moldeable a cualquiera de mis deseos y podía convertirse en  quien yo quisiera. No hacía falta mirarlo durante 15 segundos, como a los fantasmas del puré, para que se convirtiera en un personaje de dibujos animados. Podía convertirlo en quien yo quisiera.
            OMG no me contó ninguna historia. Estuvo callado todo el rato y no conseguí verlo por ningún sitio.
            —¿Y cómo sé dónde está, si no lo veo? —le pregunté a Magú.
          —Tienes que desear que se aparezca en la forma de quien  tú quieras. Con mucha fuerza, querida Maia. Usa la fuerza de la mente.
            Me vino a la fuerza de mi mente que quería que se apareciese el muñeco con que dormía el calborotas. No sé qué mosca me había picado, pero me apeteció ver con quién compartía sueños. Mientras apretada mis ojos para concentrarme en el deseo, le pregunté a Magú de dónde venía el nombre de “Los Guerreros del Wasabi”.
            Magú se explayó, mientras mis ojos seguían apretados. Deseando.
           —El Wasabi es un condimento japonés que tiene poderes mágicos para nosotros; los muñecos que nos dedicamos a dejarnos morder para que los bebés se duerman. Hemos estado sufriendo durante décadas el sabor asqueroso de la leche materna. Después de que un bebé nos muerda, apestamos a leche. Y nuestra labor es erradicar esto de una maldita vez. Los guerreros del Wasabi y yo tenemos una misión en la Tierra: ¡Que a partir de ahora los bebés dejen de tomar leche materna antes de dormir! Queremos imponer el Wasabi como cena para los bebés, que nos muerdan con fuerza, dejándonos en nuestra piel el sabor de tan delicioso condimento… —Magú estaba de pie, con los brazos extendidos, como si fuera Moisés, abriendo las aguas del Mar Rojo. 

                                     así estaba Magú cuando me contaba sus planes
             
            De repente, Hindú le cortó en seco.
            —Y que el curry también sea parte de esa cena; acuérdate de nuestro trato, Magú.
            —Y el salmón ahumado —añadió Magnus, aportando lo mejor de la gastronomía sueca.
            Mis ojos dejaron de apretar para que el muñeco con el que dormía el calborotas se apareciese a mi lado. Me entraron ganas de potar.
          —¿Me estáis contando que queréis cambiar la leche materna, la cena rica de los bebés, por algo que lleve salmón ahumado, curry y Wasabi? —las arcadas me hicieron repetir las judías verdes que había tomado de cena.
          —Así es, querida Maia: El Wasabi nos da un poder infinito que sólo vosotros, los bebés del mundo, nos podéis transmitir, cuando nos chupáis antes de dormir.

1 comentario:

  1. Me gusta eso los poderes para tener el muñeco que tu quieras y que se pueda morder, es genial Maia.
    El muñeco invisible, Un biquiño ab Eli

    ResponderEliminar