lunes, 4 de marzo de 2013

Barbacoa en casa del jefe



La siguiente historia está basada en barbacoas australianas, cualquier parecido con la cocina española es pura…es imposible compararlas.
            
      El sábado tocaba barbacoa en casa del jefe de mami y no podíamos faltar. Sobre todo yo. El jefe de mami lo dejó claro.
        —No importa si vosotros venís o no, pero la niña tiene que venir.
      Cuando un jefe te dice algo así, no tienes muchas opciones. La barbacoa empezaba a las 5:30 de la tarde, hora en la que yo estoy cenando y tengo medio pie en la bañera y el otro medio a punto de ponerme el pijama para dormir.
      Los padres primerizos discutieron duramente si yo tenía que ir a la barbacoa del jefe de mami o no. Mami no tenía elección:
        —Habrá un montón de gente que quiere conocer a la nena, y no podemos decir que no —dijo mami.
        —No creo que sea bueno para la nena salir tan tarde de casa —dijo Capgros.
        —Es que tenemos que ir. Es algo a lo que no puedo decir que no.
       —¡Me niego completamente a que la niña salga tan tarde de casa! Con lo bien que está durmiendo estos días; vamos a salir a las tantas de la tarde para que la niña lo pase mal y sólo porque les hace gracia verla. ¡Le dices que no podemos ir y se acabó!
      Esto que parece tan definitivo y enérgico lo dijo el calborotas para terminar la discusión. Estaba claro quién manda en casa. Al final, evidentemente, fuimos a la barbacoa.
       
                                                    La estrella naranja o la flor azul
 
      La cosa no fue tan mala como pintaban los padres primerizos. Estar rodeada de gente que te coge en brazos y te dice lo guapa que eres —todo el rato— es agradable. Así que aguanté estoicamente los piropos de chinos, vietnamitas, taiwaneses, franceses con acento australiano y canadienses con acento francés; que no dejaban de repetirme: “lo increíblemente guapa y preciosa” que era. Las verdades son así: sin trampa ni cartón.
     También había una niña de dos años y medio que me cayó muy bien. Se llama Thea (suena “Zía”) y se dejaba tocar la nariz y el pelo por mí cada vez que se acercaba a mi lado. Es gracioso ver cómo los niños que ya caminan (los “Toddler” que llaman aquí) se acercan a mí y me tocan como si fuera una muñeca.   Dentro de unos años, cuando podamos salir de fiesta, seremos rivales en conquistar guapos post-adolescentes que ahora se ríen de nosotras por ser demasiado pequeñas. Pero todo llegará.
      Los padres primerizos se fueron tranquilizando a lo largo de la tarde al ver mi comportamiento. Estaba feliz en mi papel de estrella total de la barbacoa. Repartía saludos a diestro y siniestro, como una princesa de cuento que está esperando que el príncipe se convierta en sapo y pueda jugar con él a ver cuánto salta si le estiro de las patas en el lago que hay al lado de casa. No lo puedo evitar: me gustan los cuentos con giros raros, los que acaban en sorpresa.
                                                      la rana de la barbacoa     

      Las salchichas fueron saliendo de la barbacoa antes de las 8 de la noche. Las copas de vino tinto se vaciaban y mi biberón de agua sabía a queso fundido. Era de noche y mis ojos no sabían si seguir recibiendo piropos o cerrarse para soñar con el sapo de mi cuento. Thea se acercó a mí por última vez y empezó a bailar. Saltaba sin parar y mami me ayudó a saltar junto a ella. Parecíamos dos adolescentes en medio de una pista de baile escuchando la última canción de la noche antes de volver a casa. La calabaza —el coche de los padres primerizos— ya estaba con el motor encendido; el príncipe que buscaba mi beso para convertirlo en sapo me miró a lo lejos y le saludé por última vez.
       —Un día de éstos te doy un beso, te convierto en sapo y jugamos a dar saltos en el lago. ¿Te apetece? —le insinué al príncipe con mi mirada.
      Él se quedó con cara mohína y me dijo que me esperaría el resto de su vida. ¡Qué exagerados son los príncipes cuando se trata de recibir un beso mío! Es lo que tiene ser la estrella de una barbacoa australiana. Es lo que tiene ser tan guapa.

                                    The Doors. Peace Frog.

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