jueves, 7 de marzo de 2013

El entrenador de los niños del Bronx



      El barrio equivalente al Bronx neoyorquino que nos queda más cerca está a 10 kilómetros de casa y se llama Elizabeth. Coincide que en ese suburbio de Adelaide hay un hospital muy moderno y bien preparado en el cual nací yo hace casi nueve meses: el Lyell McEwan Hospital (Elizabeth Vale).
    Hace unos años que éste suburbio se ha convertido en la zona en donde los refugiados políticos, camorristas, delincuentes del tres al cuarto, padres de menos de 20 años que ya tienen más de 4 hijos, o gente a la que eso de trabajar le parece un invento poco glamuroso y se dedica a vivir de lo que les da el gobierno, o bien de lo que roban al resto de ciudadanos, decidieron vivir en esa zona. Elizabeth es el Bronx de South Australia.
      Y hasta allí ha decidido ir  Capgros para empezar sus nuevos pasos en el mundo laboral. Ya no le llamaré más así, ni calborotas o PT Lorzas, desde hoy será recordado como “el entrenador de baloncesto y fútbol de los futuros delincuentes de South Australia”.
       —Todo el mundo merece una oportunidad para empezar una carrera exitosa en el mundo del deporte, y yo estoy aquí para marcarles el camino y que sean las futuras estrellas del deporte australiano —dijo el otro día El Entrenador a mami, muy serio en su nuevo cometido.
      —Seguro que sí —mami le toco la cabeza, me miró de reojo y levantó las cejas como diciéndome: “Tenemos al nuevo Mourinho en casa, cuidadito Maia”.

                                                           El iPhone es mío


     Los entrenamientos de los futuros delincuentes de South Australia se reparten de la siguiente manera: los martes toca baloncesto en un colegio de Elizabeth Park; y los miércoles toca fútbol en un colegio de Elizabeth Vale. Vamos, las dos barriadas más peligrosas de Elizabeth. El centro del meollo. El núcleo del átomo. La crème de la  crème. No sé si pilláis de qué lugares estoy hablando: el Bronx.
     El primer martes de entreno de baloncesto les tocaba el turno a  los niños y niñas que van de 5 a 8 años. El Entrenador tenía preparados un montón de juegos para que todos los niños pudiesen divertirse y jugar la misma cantidad de tiempo. Los padres chungos de los niños se pusieron al borde de la pista para ver el desarrollo de sus hijos en el juego.
      En un lance divertido y estresante del juego, el hijo de uno de los padres más chungos se cayó al suelo y empezó a llorar desconsolado. Al entrenador de los futuros delincuentes de South Australia le empezaron a temblar hasta los pelos del sobaco.
    “Madre mía, madre mía, que éste me va a pegar hasta en el carnet de conducir”, creo que pensó El Entrenador en ese instante.
   El padre chungo, que llevaba un tatuaje en el hombro que ponía: “Love of Mother”, se acercó al Entrenador y le puso su mano en la espalda:
     —No te preocupes colega, éste séptimo hijo me salió un poco llorica —soltó el padre con el tatuaje de “Love Of Mother”.
      —Ah. Ah.
      
                                                     El Bronx de Adelaide: Elizabeth

      El Entrenador nos contó la historia a mami y a mí nada más llegar a casa y según palabras textuales: “mis pelotas estaban tan encajadas en mi garganta que no me dejaron decir nada más que un estúpido: Ah. Ah. Creo que intenté sonreír y lo único que conseguí fue una mueca muy parecida al momento exacto en que acabas de cagarte en los pantalones. Luego seguí con el entrenamiento”.
      Y el entrenamiento del martes terminó con aplauso general de toda la grada. Los niños de 5 a 8 años se lo habían pasado genial y todos los padres chungos que estaban al borde de la pista felicitaron al nuevo Entrenador de baloncesto de Elizabeth Park.
     Quizás Elizabeth —el Bronx de Adelaide— tenga mala fama inmerecida  y la gente allí no sea tan mala como aparenta. Las apariencias nunca son buenas consejeras, a no ser que seas un político vestido con traje carísimo y vayas  peinado con gomina, huelas a colonia cara y digas que no tienes nada que ver con el robo de 38 millones de euros, “que tú de ese dinero no sabías nada”. O que seas el yerno de un Rey y te dé por quedarte unos millones de euros de más, sin que tu mujer se dé cuenta de nada. Esos son los verdaderos delincuentes de éste mundo. Los quinquis de Elizabeth, con sus tatuajes horrorosos, sus pendientes en la nariz, en la boca o las cejas, sus siete hijos, los porritos de marihuana acompañando a una cerveza en el porche de su casa destartalada, esos pobres, son bastante menos peligrosos.

       Albert Pla y Robe Iniesta. ¿Dónde están mis amigos?

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