El barrio
equivalente al Bronx neoyorquino que nos queda más cerca está a 10 kilómetros
de casa y se llama Elizabeth. Coincide que en ese suburbio de Adelaide hay un
hospital muy moderno y bien preparado en el cual nací yo hace casi nueve meses:
el Lyell McEwan Hospital (Elizabeth Vale).
Hace unos años que éste suburbio se
ha convertido en la zona en donde los refugiados políticos, camorristas,
delincuentes del tres al cuarto, padres de menos de 20 años que ya tienen más
de 4 hijos, o gente a la que eso de trabajar le parece un invento poco
glamuroso y se dedica a vivir de lo que les da el gobierno, o bien de lo que
roban al resto de ciudadanos, decidieron vivir en esa zona. Elizabeth es el
Bronx de South Australia.
Y hasta allí ha decidido ir Capgros para empezar sus nuevos pasos en el
mundo laboral. Ya no le llamaré más así, ni calborotas o PT Lorzas, desde hoy será
recordado como “el entrenador de baloncesto y fútbol de los futuros
delincuentes de South Australia”.
—Todo el mundo merece una
oportunidad para empezar una carrera exitosa en el mundo del deporte, y yo
estoy aquí para marcarles el camino y que sean las futuras estrellas del
deporte australiano —dijo el otro día El Entrenador a mami, muy serio en su
nuevo cometido.
—Seguro que sí —mami le toco la
cabeza, me miró de reojo y levantó las cejas como diciéndome: “Tenemos al nuevo
Mourinho en casa, cuidadito Maia”.
El iPhone es mío
Los entrenamientos de los futuros
delincuentes de South Australia se reparten de la siguiente manera: los martes
toca baloncesto en un colegio de Elizabeth Park; y los miércoles toca fútbol en
un colegio de Elizabeth Vale. Vamos, las dos barriadas más peligrosas de
Elizabeth. El centro del meollo. El núcleo del átomo. La crème de la crème. No sé si pilláis de qué lugares estoy
hablando: el Bronx.
El primer martes de entreno de
baloncesto les tocaba el turno a los
niños y niñas que van de 5 a 8 años. El Entrenador tenía preparados un montón
de juegos para que todos los niños pudiesen divertirse y jugar la misma
cantidad de tiempo. Los padres chungos de los niños se pusieron al borde de la
pista para ver el desarrollo de sus hijos en el juego.
En un lance divertido y estresante
del juego, el hijo de uno de los padres más chungos se cayó al suelo y empezó a
llorar desconsolado. Al entrenador de los futuros delincuentes de South
Australia le empezaron a temblar hasta los pelos del sobaco.
“Madre mía, madre mía, que éste me
va a pegar hasta en el carnet de conducir”, creo que pensó El Entrenador en ese
instante.
El padre chungo, que llevaba un
tatuaje en el hombro que ponía: “Love of Mother”, se acercó al Entrenador y le
puso su mano en la espalda:
—No te preocupes colega, éste
séptimo hijo me salió un poco llorica —soltó el padre con el tatuaje de “Love
Of Mother”.
—Ah. Ah.
El Bronx de Adelaide: Elizabeth
El Entrenador nos contó la historia a
mami y a mí nada más llegar a casa y según palabras textuales: “mis pelotas
estaban tan encajadas en mi garganta que no me dejaron decir nada más que un
estúpido: Ah. Ah. Creo que intenté sonreír y lo único que conseguí fue una
mueca muy parecida al momento exacto en que acabas de cagarte en los
pantalones. Luego seguí con el entrenamiento”.
Y el entrenamiento del martes
terminó con aplauso general de toda la grada. Los niños de 5 a 8 años se lo
habían pasado genial y todos los padres chungos que estaban al borde de la
pista felicitaron al nuevo Entrenador de baloncesto de Elizabeth Park.
Quizás Elizabeth —el Bronx de
Adelaide— tenga mala fama inmerecida y
la gente allí no sea tan mala como aparenta. Las apariencias nunca son buenas
consejeras, a no ser que seas un político vestido con traje carísimo y
vayas peinado con gomina, huelas a
colonia cara y digas que no tienes nada que ver con el robo de 38 millones de
euros, “que tú de ese dinero no sabías nada”. O que seas el yerno de un Rey y
te dé por quedarte unos millones de euros de más, sin que tu mujer se dé cuenta
de nada. Esos son los verdaderos delincuentes de éste mundo. Los quinquis de
Elizabeth, con sus tatuajes horrorosos, sus pendientes en la nariz, en la boca
o las cejas, sus siete hijos, los porritos de marihuana acompañando a una
cerveza en el porche de su casa destartalada, esos pobres, son bastante menos
peligrosos.
Albert Pla y Robe Iniesta. ¿Dónde están mis amigos?
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