El sueño me
venció en la lucha de pulgares que había iniciado contra él, su dedo gordo era
mucho más rápido que el mío, eso, y que mi cabeza no estaba para grandes
batallas, hicieron que mis párpados empezasen a pesar. Entonces, supe que tenía
que ponerme a dormir. Irremediablemente.
La cara de mami fue lo último dulce
que vi esa noche. Me dió las buenas noches y fue a despintarse los ojos. Los efectos
de mezclar sustancias, no me iban a traer buenos sueños. Lo intuía. Agú seguía
agarrado a los barrotes de la cuna. Mis ojos se cerraban. Creí entrar en un
sueño dulce, pero cinco segundos después, todo se había convertido en una
Pesadilla.
flipando con el pollito Pío
Estaba sentada en el carrito de
siempre, paseando por un bosque desconocido. No había casas de cerditos
alrededor, ni lobos intentando comerse a niñas con abrigos rojos, pero notaba
que no era un bosque agradable por el que pasear. Escuchaba las voces de los
padres primerizos, pero no les podía ver la cara. La luz del sol se escondió
bajo una nube con forma de teta gigante. Empezaba a tener hambre. Mucha hambre.
Necesitaba la teta de mami. Respiré hondo y les pedí que me hicieran caso.
Quería comer. Ya.
Cuando los padres primerizos se
asomaron al carrito, me quedé de piedra. La cara de mami era la de Fernando
Trueba. El calborotas se había convertido en Gabino Diego. Los dos me miraron
sin sorpresa. Como si sus caras hubiesen estado allí desde el día de mi
nacimiento. Fernando Trueba me intentaba hacer las mismas gracias que solía
hacerme mami, pero como yo no sabía a qué ojo mirarle, me puse nerviosa y
empecé a llorar. Gabino Diego intentaba cazar moscas al vuelo. El miedo empezó
a recorrer mi espina dorsal. El hambre recorría otro camino: el que iba de mi
estómago a la teta de Fernando Trueba.
—Esta niña tiene mucha hambre y le
voy a dar teta rica —le decía Fernando Trueba a Gabino Diego, que todavía no
había cazado ninguna mosca al vuelo.
—aaa mmm aaa mmm —fue la
contestación de mi nuevo padre, que ya no era calvo.
Fernando Trueba me cogió en brazos,
se desabrochó la camisa de cuadros y acercó mi boca hasta su pecho. Eran las
tetas de mami, pero con esa cara barbuda delante, no me podía concentrar.
Seguía sin saber a qué ojo mirarle. Gabino Diego había cazado su primera mosca
al vuelo y estaba contento. Tenía que despertarme:…aaaaaahhhh!
los padres primerizos en la pesadilla
Me despierto sudando. La pesadilla
parece que ha pasado, pero sigue estando oscuro, y los padres primerizos están
durmiendo la mona. No se enteran de mis gritos desde la cuna. Cambio de planes.
Tengo que volver a cerrar los ojos, y cruzar los dedos para que la pesadilla no
se repita. Me duermo.
Ahora estoy de pie, sobre el
escenario del programa “La Voz Infantil”. Las cuatro sillas están giradas. No
estoy nerviosa, y me sienta bien estar de pie. Me estiliza un montón. Sonrío y
empiezo a cantar la canción que me he preparado en los últimos meses, con su
coreografía y todo: “Soy una taza, una tetera, una cuchara y un cucharón…”.
Ninguna silla se gira. Empiezo a sudar.
Tengo menos de un minuto para convencer al jurado. “Soy un salero,
azucarero, la batidora y una olla exprés…”. Un segundo antes de que termine mi
tiempo, se gira una silla.
¡Nooooo! Podía soportar tener una madre con la cara de Fernando Trueba, pero formar parte del grupo de David Bisbal era demasiado.
Mis gritos de terror
despiertan a todo el vecindario. Los padres primerizos se acercan corriendo
hasta la cuna. Mami ya no tienen la cara de Trueba, ni el calborotas está
cazando moscas. Respiro hondo y sonrió. Mañana, por suerte, será otro día.
No hay comentarios:
Publicar un comentario