viernes, 18 de enero de 2013

Pesadillas en Otway Crescent



      El sueño me venció en la lucha de pulgares que había iniciado contra él, su dedo gordo era mucho más rápido que el mío, eso, y que mi cabeza no estaba para grandes batallas, hicieron que mis párpados empezasen a pesar. Entonces, supe que tenía que ponerme a dormir. Irremediablemente.
            La cara de mami fue lo último dulce que vi esa noche. Me dió las buenas noches y fue a despintarse los ojos. Los efectos de mezclar sustancias, no me iban a traer buenos sueños. Lo intuía. Agú seguía agarrado a los barrotes de la cuna. Mis ojos se cerraban. Creí entrar en un sueño dulce, pero cinco segundos después, todo se había convertido en una Pesadilla. 

                                                   flipando con el pollito Pío
         Estaba sentada en el carrito de siempre, paseando por un bosque desconocido. No había casas de cerditos alrededor, ni lobos intentando comerse a niñas con abrigos rojos, pero notaba que no era un bosque agradable por el que pasear. Escuchaba las voces de los padres primerizos, pero no les podía ver la cara. La luz del sol se escondió bajo una nube con forma de teta gigante. Empezaba a tener hambre. Mucha hambre. Necesitaba la teta de mami. Respiré hondo y les pedí que me hicieran caso. Quería comer. Ya.
            Cuando los padres primerizos se asomaron al carrito, me quedé de piedra. La cara de mami era la de Fernando Trueba. El calborotas se había convertido en Gabino Diego. Los dos me miraron sin sorpresa. Como si sus caras hubiesen estado allí desde el día de mi nacimiento. Fernando Trueba me intentaba hacer las mismas gracias que solía hacerme mami, pero como yo no sabía a qué ojo mirarle, me puse nerviosa y empecé a llorar. Gabino Diego intentaba cazar moscas al vuelo. El miedo empezó a recorrer mi espina dorsal. El hambre recorría otro camino: el que iba de mi estómago a la teta de Fernando Trueba.
            —Esta niña tiene mucha hambre y le voy a dar teta rica —le decía Fernando Trueba a Gabino Diego, que todavía no había cazado ninguna mosca al vuelo.
            —aaa mmm aaa mmm —fue la contestación de mi nuevo padre, que ya no era calvo.
            Fernando Trueba me cogió en brazos, se desabrochó la camisa de cuadros y acercó mi boca hasta su pecho. Eran las tetas de mami, pero con esa cara barbuda delante, no me podía concentrar. Seguía sin saber a qué ojo mirarle. Gabino Diego había cazado su primera mosca al vuelo y estaba contento. Tenía que despertarme:…aaaaaahhhh!

                                         los padres primerizos en la pesadilla

        Me despierto sudando. La pesadilla parece que ha pasado, pero sigue estando oscuro, y los padres primerizos están durmiendo la mona. No se enteran de mis gritos desde la cuna. Cambio de planes. Tengo que volver a cerrar los ojos, y cruzar los dedos para que la pesadilla no se repita. Me duermo.
          Ahora estoy de pie, sobre el escenario del programa “La Voz Infantil”. Las cuatro sillas están giradas. No estoy nerviosa, y me sienta bien estar de pie. Me estiliza un montón. Sonrío y empiezo a cantar la canción que me he preparado en los últimos meses, con su coreografía y todo: “Soy una taza, una tetera, una cuchara y un cucharón…”. Ninguna silla se gira. Empiezo a sudar.  Tengo menos de un minuto para convencer al jurado. “Soy un salero, azucarero, la batidora y una olla exprés…”. Un segundo antes de que termine mi tiempo, se gira una silla.
            ¡Nooooo! Podía soportar tener una madre con la cara de Fernando Trueba, pero formar parte del grupo de David Bisbal era demasiado.
            Mis gritos de terror despiertan a todo el vecindario. Los padres primerizos se acercan corriendo hasta la cuna. Mami ya no tienen la cara de Trueba, ni el calborotas está cazando moscas. Respiro hondo y sonrió. Mañana, por suerte, será otro día.

                           así se quedó Bisbal al oír mi interpretación de "Soy una taza"

                                                                      la canción

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