La ropa tiene un ciclo de vida mucho
más corto que el de las personas. Este pensamiento, qué parece tan sencillo de
seguir, no lo acaban de pillar los padres primerizos. Empecemos por los pantalones
de fiesta del calborotas:
Lo compraron hace dos años, para la
primera cena de trabajo de mami en Australia, cuando el deporte mantenía a raya
la cintura del “lorzas”; pero ahora, “¡el botón del pantalón no se quiere
abrochar!”, le suelta el calborotas a mami.
Querido
lorzas: los botones que no se quieren abrochar, no es que sean rebeldes: ¡es
que esa ropa ya no nos sirve!
A mami le va grande su vestido rojo.
El de fiestas, bodas y bautizos. A cada paso que da, el vestido baja un par de
centímetros. Se le cae. La única solución es ponerle relleno, en alguna parte,
para que a los diez pasos, no le llegue a las rodillas.
—Ponte un chándal debajo —le suelta
el calborotas.
—Ponte la peluca afro de rizos
negros —le responde mami, furiosa.
“Compraos ropa nueva, anda majetes”,
pienso yo.
El otro día me tocaba ir al médico,
el Doctor Teh, del que ya hablaré algún día, y me dijo que era “larga y
estilizada, pero que de peso andaba un poco justa”.
Los kilos que ha ido perdiendo mami,
nos lo hemos ido repartiendo entre el calborotas y yo. Desde que nací le he
robado 7 kilos a mami; desde que al calborotas no le abrochan los botones de
los pantalones, se ha quedado con uno más que yo: 8 kilos y sin pantalones de
fiesta. En fin. Que yo lo que quería contar era la experiencia de tener mi
primera canguro (o Babysitter, que dicen aquí).
Los padres primerizos tenían una fiesta
de compromiso unos días antes de Navidad. Un compañero de trabajo de mami y su
novia, se van a casar. Igual que pasa en las películas americanas, los novios
quieren compartir su alegría con sus amigos: se
juntan en un bar, beben cervezas y se aburren como ostras.
La fiesta empezaba a las 7 de la
tarde (mi supuesta hora de irme a dormir), y por supuesto, los padres
primerizos no me podían dejar sola. Así que necesitaban llamar a una canguro.
La Canguro Nikoll.
Nikoll llega una hora antes de que
los padres primerizos se vayan de casa. Me da la cena, me dice lo guapa que soy y me susurra al oído lo bien que nos lo vamos
a pasar esta noche. Viene vestida de fiesta. Pero de fiesta de verdad; no como
el vestido rojo y flojo de mami; un vestido de “rompe y rasga”. Además, Nikoll
se va a llevar una pasta por estar a mi lado y liarla parda. Un chollazo.
Esto es lo que les va a decir a los
padres primerizos cuando vuelvan de la fiesta de compromiso:
—¡Todo ha estado perfecto. Maia es
una niña taaaaan buena! —lo dirá gritando, porque cuando alguien grita, las
cosas parecen más reales. Aunque sea mentira.
A
las 6:30 pm los padres primerizos cerraron la puerta de casa. Nikoll me sonrió.
Yo le sonreí. Esperamos que el sonido del coche nos indicase que no había
padres primerizos en la costa, y gritamos a la vez:
—¡Paaaartyyy Tiiiimeeeee!
Lo que pasó después, quedará para
siempre entre nosotras dos. Bueno, y para el resto de colegas que se unieron a
la fiesta.
Un pequeño detalle: la policía de
South Australia se pasó dos veces por casa. La primera, para ver qué pasaba. La
segunda, para unirse a la fiesta.
Los Rodriguez. Salud, dinero y amor
una de las canciones que les enseñé a los amigos de la fiesta
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