jueves, 22 de noviembre de 2012

Tres días de guardería (Segunda Parte: El Baile Aussie)



La idea me saltó a la cabeza como un piojo. Me picó y se la conté a Amelie rascándome el cogote.
“Les vamos a hacer Castillos Humanos: Seremos Los Castellers de Mawson Lakes”.
Amelie flipó en colores y esperó que le siguiese contando de qué iba eso de Los Castellers.
Un Castillo Humano o “Castell”, es una torre humana de varios pisos de altura que se viene construyendo tradicionalmente en Catalunya, desde hace más de doscientos años. Leí la entrada de la Wikipedia y le enseñé un par de fotos.
“Molaría hacer ese Pilar de 8 amb folre i manilles”, les dejaría boquiabiertos”, soltó Amelie totalmente convencida de la idea.
Dejé que mis neuronas de la creatividad trabajasen: Las cuidadoras podrían hacer de cama en el caso de que el Castell se cayese. Como están todas bastante gordas, la posible caída sería menos dolorosa. Debajo se pondrían los bebés más mayores: el chino, que ya había dejado de ser simpático y ahora era el BFF de El Coreano, la repipi de las coletas y la rubita del pañal apretado. Luego vendrían el resto de bebés. Entre ellos estaba Kooper; el chulito del suburbio más cutre de la zona norte. Es guapete y tiene el pelo pincho, de malote, que tanto nos gusta a Amelie y a mí, pero es demasiado llorón. En este mundo no se puede ser quillo y pasarse el día llorando. Se lo he dicho más de una vez. “Kooper, neno, tus padres van a volver. Lo sé que es duro, que echas de menos a tus juguetes, pero tienes que aguantar”, le dije el viernes.
El resto de manada se dejaría llevar. 

                              ideando la estrategia para conquistar a la manada

Mientras seguía contando mi idea de los Castellers a Amelie, de repente escuché una voz que me cortó la creatividad en seco:
“Tenéis que hacer algo australiano al 100%. Aquí todos somos Aussie. Dejaros de chorradas multiculturales. No sirven para nada”.
La voz de Amaya surgió del fondo de la clase. Estaba estirada junto a los juguetes de goma sujetando la cabeza de un payaso que había perdido la sonrisa. A pesar del nombre, Amaya era más Aussie que nosotras dos juntas. Sus dos padres lo eran, cosa que no podíamos decir ni Amelie (madre francesa), ni por supuesto yo: mami gallega y calborotas charnego-catalán.
Amaya es un poco oscurilla y tiene nuestra edad (bueno es dos semanas más vieja que yo, que conste en acta). A pesar de las apariencias, parecía buena nena y había que tenerla de nuestra parte.
“¿Y qué recomiendas que hagamos?”, le pregunté.
“Hay que atacarles con un baile original. 100% Australiano”, contestó ella acariciando el pelo naranja del payaso sin sonrisa.
“Tenemos que hacer algo con animales”, dijo Amelie mientras sujetaba un koala de plástico en una mano y un canguro de goma en la otra.
Los juguetes que tenía Amelie en las manos me dieron la respuesta.
“¡Ya lo tengo! Quieren algo Aussie, pues lo van a tener. Chicas, nos vamos a inventar “El Baile del Canguro y el Koala”, les dije a mis dos amigas.
La venganza contra El Coreano no había hecho más que empezar.

artista 100% Aussie.  Mi inspiración para crear el baile del canguro y el koala. 12:05 de música brutal: para mear y no echar gota

1 comentario:

  1. Estaría bien disfrazarlas de canguro y koala.
    Que tierna se ve en la foto. Ab Eli

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