La idea del
nuevo baile estaba clara, ahora sólo faltaba pulirla y ponerla en práctica. Las horas de
sueño son sagradas para que las neuronas trabajen. Así que dejé que la cuidadora me
metiese en la cuna y empecé a crear el baile del canguro y el koala durmiendo
un rato. Pero antes tenía que arreglar un par de cosas.
“Chicas, hay
que pensar en un nombre para el baile. Lo de El Canguro y el Koala me parece
demasiado largo. Tú, busca un nombre. Y tú, quiero la canción más especial para
nuestro baile. Poneos manos a la obra”, les dije a las chicas con autoridad,
antes de meterme en la cuna.
Amelie se puso
a buscar un nombre. Amaya empezó a pensar qué canción le iría mejor. Yo tenía que
buscar unos pasos de baile atractivos y chocantes para que el baile de El
Coreano dejase de ser lo más cool de la guardería.
Quedamos en
hablar el próximo día en la zona de juguetes rotos a las 2:00 pm. A esa hora,
El Coreano habría terminado su tercera sesión de baile y estaría cansado.
Kooper seguiría llorando. La repipi de las coletas abrazaría a una Barbie de
pechos operados y la rubita del pañal apretado se iría a vomitar la comida que
le acabasen de dar las cuidadoras. Amaya había lanzado el cotilleo de que se le
estaba poniendo cara de pan de kilo y eso era algo que la rubita de pañal
apretado no soportaba. Estaba pasando una época de anorexia necesaria.
El baile me
quitaba un montón de tiempo en mi cabeza. En casa, las cosas se estaban
empezando a poner difíciles entre mis juguetes favoritos y el resto. Existe una
serie de juguetes que están en el banquillo y no juegan nunca. Soy una
entrenadora dura y para jugar conmigo tienes que ser el mejor en tu puesto. No
hay amistoso que valga, ni Copa del Rey o torneos de verano; todos los días son
como una final de la Champions League. Si quieres jugar con Maia, lo tienes que
dar todo. Aquí juega el que yo decido.
El resto, al banquillo.
Libe vino a
recibirme volando para contarme que estaba pasando.
“Maia esto es un
desastre... La Otra está tomando el control de la situación y nos tiene
esclavizados”, me dijo Libe sin darme tiempo a cambiarme el pañal.
Pajarruqui se
acercó respirando con dificultad: “Es como estar en guerra…nos están preparando
para una guerra contra ellos…”, dijo resoplando.
No entendí muy
bien lo que Pajarruqui me quería decir, su excelsa sabiduría inútil muchas
veces se me escapaba.
El patito de
goma amarillo salió del baño y me dejó aún más intrigada.
“Maia, o
vuelves a estar por nosotros y dejas de pensar en ese baile, o La Otra se va a
adueñar de todo. Tienes que hacer algo, y rápido”.
Tanta
información en tan poco tiempo me agobió. ¿Qué estaba pasando con mis juguetes?
¿En qué guerra nos estábamos metiendo? Y sobre todo: ¿Quién demonios era La
Otra?
Entre los juguetes, siempre tenemos unos que nos pueden gustan más.
ResponderEliminarYo me acuerdo cuando mis hijas eran pequeñas bajábamos a la playa. Yo les bajaba una bolsa con juguetes y se encaprichaban con juguetes de otros niños. ¡Que lio! No me lo deja, yo quiero uno como ese. Un besote Ab Eli
pero ¿cuantas amaquitas tiene esta niña? tiene su paraiso particular lleno de juguetes
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