Tenía 45
minutos para controlar la manada de bebés de 5 a 18 meses que iban a ser mis
futuros compañeros de guardería. Cinco minutos antes de la hora indicada,
aparcamos el coche con cuidado de no ser vistos por ninguno de ellos. Me coloqué mi
sombrero de colores, me subieron los calcetines de elefantes rosas hasta los
gemelos y me abracé a mami con firmeza. El calborotas de bíceps invisibles tocó
el timbre. Tres veces, como el cartero. Una señora de dientes amarillos y pelo
encrespado, como si de una estrella del rock de los ochenta se tratase, abrió
la puerta. Evidentemente, sonreía, por eso pude verle los dientes. Saludó a los
padres primerizos y nos enseñó dónde estaba la habitación de los bebés de 5 a
18 meses. Entré en la habitación segura de mí misma. El sombrero de colores
calado hasta las cejas y los calcetines a punto de salirse de los pies.
enfilando mis pasos hacia la guarderia
La primera
impresión es la que queda, así que jugué mis cartas con decisión y actué. Me
quité el sombrero y dejé que mi melena morena al viento luciese en todo su
esplendor. Los comentarios no tardaron en aparecer. Los de ellas eran de pura
envidia: “¡qué pelazo!”, dijo una de cara rechoncha; “esta morenaza nos va a
dar muchos quebraderos de cabeza”, soltó una rubita enclenque que ya caminaba.
Los de ellos se podían adivinar por la mirada perdida, la boca abierta y los
mocos colgando hasta la comisura de los labios: “mmm mmm”, emitió un rubito de
ojos azules demasiado repeinado para mi gusto. El resto no conseguía cerrar la
boca y los mocos se colaban hacia dentro irremediablemente.
La habitación
empezaba a ser mía. Los juguetes iban cayendo al suelo a cada mirada. Un chino
simpático de unos 9 meses me ofreció su juguete con los ojos abiertos como
platos de postre (era chino, recordad). Una rubia de pañal apretado y coletas
repipis le quitó el juguete al pobre chino. Se sorbió los mocos y me buscó con
la mirada. No me encontró porque yo ya estaba sentada en el suelo delante de
Amelie, la hija de Melanie, una amiga de mami, que pronto se convertirá en mi
mejor amiga. Con la mirada me contó que las dos éramos las más pequeñas de la
guardería y que aquel sitio necesitaba un poco de orden. Pillé la indirecta e
hice lo que tenía que hacer. Si hay algo que sé que funciona para demostrar mi
poder de seducción es una cosa que suelo hacer en la intimidad. Algo que unos
pocos privilegiados han conseguido. Tres reflejos fisiológicos que dejan
boquiabierto al más pintado. Abrí la boca tras sentir el picor típico en la
nariz, contraje el diafragma con el oxígeno adecuado y relajé el esfínter; todo
en el mismo instante. Un segundo de concentración absoluta y allí dejé mi carta
de presentación: El HipoPedoEructo. Los tres reflejos fisiológicos en el mismo
instante. La habitación de la guardería ya era mía. En una semana estaría allí
para controlar a esos enanos.
Los mocos de
los bebés siguieron cayendo hasta la comisura de los labios.
pues en esa foto mas bien parece que no quiere separase de mami
ResponderEliminarDifícil momento para Lore y para Maia. Me enternece un montón. La vida está llena de decisiones que hay que afrontar según el momento. Me imagino que poco a poco os iréis acostumbrando. Un enorme abrazo.
ResponderEliminarAb Eli
Estoy deseando saber como le fue en la guardería, pobrecita es tan pequeñita que no puede contar su experiencia. Un besote ab Eli
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